jueves, febrero 12, 2009

Un nido de víboras

Así puede resumirse a grandes rasgos la imagen que se ha formado en mi mente tras sumergirme en varias decenas de informes que siguen con detalle las cuentas de los enemigos del Progreso. Dejé esa pesada tarea cuando el nivel de infamia que contenían esas páginas amenazaba con ahogarme, podrían redactarse extensos y pormenorizados manuales del delito que harían las delicias de cuanto truhán se mueve por los bajos fondos.

A las ya de sobra conocidas engañifas de Steiner tales como fósiles falsos o tecnología alienígena del todo a cien y los desvíos de fondos a paraísos fiscales de la Baronesa se suman nuevos datos, incluso más desopilantes. Os contaré uno de los más espeluznantes para que os hagáis una idea del nivel moral y ético al que son capaces de llegar mis oponentes con tal de conseguir financiación para sus absurdas y dañinas empresas.

Tras perder una parte considerable de su fortuna en el escándalo Maddof, el melifluo Marqués de Aymar ha invertido sus recursos en un antiguo y rentable negocio, el empleo de mano de obra barata, con un toque de modernidad, eso sí. Ha montado varios talleres completamente ilegales en Madagascar en los que una mezcla sin ton ni son de disminuidos psíquicos ( entregados por "ingenuas" organizaciones no gubernamentales)y monos amaestrados ( en el mejor de los casos, en el peor sacados directos de la selva por mercenarios de la peor clase) fabrican ropa a marchas forzadas siguiendo el frenético ritmo de un tambor electrónico. Están bajo vigilancia continua y viven en los talleres, que limpian una vez a la semana unos simpáticos robots. Es ropa exclusiva fabricada a medida y por encargo, todo por Internet y a través de cuentas bancarias localizadas en paraísos fiscales. Una mezcla perversa de nuevas tecnologías y antiguas tradiciones, que desaparecerán de una vez con el Nuevo Mundo.

Ese chanchullo africano del Marqués es tan sólo la clásica punta del Iceberg, iré comentando otros que me llamen igualmente la atención para desenmascarar de una vez por todas a esos enemigos de la humanidad. Son monstruos y pronto los veréis como lo que son.


Saludos, Sir Edward Holst

3 comentarios:

  1. Desde luego, querido Edward, que llega un momento en que no sabes con certeza si sus falacias son fruto de una mala interpretación de los hechos, con el fin de aprovecharse del resultado y justificar sus actos, o es simplemente ignorancia.

    Como ha quedado claro que sus fuentes, sean cuales fueran, están más que equivocadas, me ofrezco sin reparos a dar una simple explicación, como un foco de luz entre tanta penumbra.

    Sí que es cierto que, desgraciadamente, me vi salpicado por el escándalo Maddof, y por la sencilla razón de delegar parte de mis activos en un joven y talentoso hombre de negocios que entonces me aseguró ganancias sin igual. Tengo que reconocer que más que ingenuidad fue desidia. La cantidad de la que hice responsable a este hombre no es más de un 0,5% de mis bienes, así que no crea que estoy arruinado.

    ¿Se ha enterado que tengo negocios en Madagascar? ¡Qué novedad! En Madagascar, y enmuchas otras partes del mundo, Sir Holst. Exactamente como usted. ¿O se creía que no estoy al tanto de sus tejemenejes? Como por ejemplo el caso del tráfico de órganos humanos. Pero de eso ya hablaremos en otro momento.

    ¿Cómo lo llama usted? Ah, sí, el "chanchullo" africano. Se podría decir que ve usted demasiado InterEconomía.

    Sí es cierto que tengo talleres de ropa en Antananarivo, pero como también los tiene Zara, Nike, o Adidas, sin ir más lejos. Y déjeme decirle dos cosas sobre nuestros empleados. La primera, que salvamos vidas quitando de las malas calles a chicos problemáticos, y les damos un trabajo bien remunerado que les permiten mantener a us familias. Segundo, como debería saber en Madagascar no hay más "monos" que los diminutos aunque terriblemente simpátios lemures, totalmente incapaces de realizar un trabajo que usted les atribuye (si quiere puedo darle más de una razón científica). Y como ya le veo venir, no, no comercio ni trafico ni utilizo animales en ninguno de mis negocios. Bueno, la única excepción es un circo ambulante, pero eso noes ilegal, mi querido colega.

    ¿Robots simpáticos? ¿En qué mundo vive?

    ¡Por el Tres Veces Grande!

    ResponderEliminar
  2. No esperaba menos de su bajeza real, ladrón de títulos y adulador de viudas solitarias. Me agrada ver que al confrontarle con la Verdad, como le gusta escribir al pazguato de Patrick Von Steiner su impostada imagen pública de aventurero filántropo se agrieta y se reconoce como un igual a empresas como Zara, Nike o Adidas cuyas prácticas laborales no son precisamente éticas. Nada que objetar, en el sistema que vivimos el beneficio es prioritarios y las concesiones a los obreros son tan sólo para mantenerlos a raya.
    Este post es sólo el principio, alquímico de boquilla y pandereta, mis fuentes de información, que usted desde su taburete se empeña en menospreciar me están pasando información que revuelve las tripas empezando por ese siniestro circo ambulante que menciona tan despreocupadamente en su débil alegato de defensa.
    Lo de simpáticos era una fina ironía que veo que no ha sabido o querido captar, ¿o acaso desconoce que tienen a modo de cabeza unas esferas blancas con una gran sonrisa pintada, o que cuando "hablan" suena música infantil? Lo dudo mucho pues usted mismo los encargó a Japón y sobornó a no pocas autoridades para poder incoporarles todo tipo de armas. Lo dicho, unos robots la mar de simpáticos.

    ResponderEliminar
  3. Está visto que no quiere entender. Tiene la Verdad delante de los ojos y prefiere repudiarla con argumentos de un niño de siete años.

    No me importa que me insulte. Sé que eso es lo más cerca que va a estar usted de atacarme. No pienso caer en su mismo juego, Edward, a pesar de lo mucho que sé de usted y de su "filantrópica" aventura.

    Como ya recalqué anteriormente, estoy orgulloso de todas mis empresas. Yo no canto al mundo mi preocupación por los más desfavorecidos. Yo actúo directamente. Las palabras se las lleva el viento.

    ¡Por el Tres Veces Grande!

    ResponderEliminar