lunes, octubre 01, 2012

Dos puntos de vista

Combatir a las fuerzas malignas que amenazan a la humanidad tiene sus partes buenas, como conocer a mujeres hermosas y valientes. A pesar de la mala sangre entre nuestras organizaciones, debida principalmente al año de la ocupación gris, hemos logrado unir nuestras fuerzas, Ellen Blackmoon y un servidor, por el bien de la Tierra. Meticulosa y cerebral, está dedicada a la causa del Nuevo Mundo en cuerpo y alma. No comparto su, a mi juicio, rígida forma de planificar la vida de la gente, decidiendo su trabajo, pareja... pero respeto su derecho a construir su Utopía y abrirla a aquellos que crean en ella. A diferencia de la taimada Academia, no pretende imponer su visión, ni inocularla de forma subrepticia desde los libros de texto. Por eso, es un honor luchar a su lado y la prueba de que el tiempo y un enemigo común no sólo cierra las heridas, sino que hace posible lo imposible, que de las cenizas de la batalla surja una posible e inesperada amistad.
¡Por Isis!
Una de las consecuencias más desagradables que tuvo el abandono de la Utopía del Nuevo Mundo y su creador por parte de la Academia, fue obligarme a buscar aliados hasta debajo de las piedras. Enfrentada con la Legión Ilustrada por un lado, los Científicos Grises por otro, e incontables amenazas, tuve que recurrir al responsable de la caída de mi Maestro. Si bien es cierto que un enemigo común une, no lo es menos que uno no olvida. Su rostro sonriente es un constante recordatorio del malhadado día en que su aliada alienígena atravesó con su espada al gran Sir Edward Holst. El tiempo ha pasado y hemos sido aliados en no pocos combates, mas eso no le da ningún derecho a tratarme con la familiaridad que reservo para mis amigos, o peor, intentar ¿seducirme? con alambicados piropos que parecen sacados de algún manual de buenas maneras decimonónico. Encima llega tarde. Lo que hay que aguantar, menos mal que podré desquitarme con mis antiguos compañeros. El suizo se libra de mi ira porque es incomprensiblemente útil.
¡Por el Nuevo Mundo!, Ellen Blackmoon

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