miércoles, marzo 09, 2011

La avaricia estúpida

La necesaria lucha con la Operación Kraken puede tener un involuntario efecto negativo al alejarnos de temas aparentemente más terrenales pero que a la larga conforman el mundo que habitamos. Una muestra elocuente de esta preocupante desconexión es la entrada anterior, una concesión más al delirio pop japonés, un tema muy querido en esta bitácora.

La filtración de las cartas que envió un estrafalario empresario a varios banqueros ha mostrado una vez la perentoria necesidad de reinstaurar el Nuevo Mundo. Sólo un sistema que evalúa de forma objetiva a sus miembros y les asigna labores para los que son adecuados puede evitar que energúmenos con complejos de mesías lleven a la ruina a empresas potencialmente rentables, con el consiguiente daño a la economía. No ayuda tampoco que los inversores confíen alegremente sus ahorros al primero que les ofrece un elevado interés sin molestarse en comprobar su solvencia o simplemente su salud mental. El siglo XXI no nos ha inmunizado frente a la estupidez nacida de la avaricia desmedida. Hoy como ayer tejemanejes burdos como el clásico timo de la estampita siguen funcionando porque la gente no ha cambiado. Siguen creyendo que pueden enriquecerse de forma rápida y sencilla, o que sus problemas tienen un solución inmediata ( y mágica). Como fundadora de los Hijos del Nuevo Mundo considero mi deber quitar la venda de los ojos a esta humanidad confiada, que camina hacia al matadero con una sonrisa en la boca, feliz en su ignorancia.

Parar a los "húngaros" y sus programas es tan sólo un paso hacia un fin necesario, el regreso de la Utopía ideada por mi maestro y amigo, Sir Edward Holst, el Nuevo Mundo.

¡Por el Nuevo Mundo!, Ellen Blackmoon

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