Cuando se habla de invasiones alienígenas, solemos dirigir la mirada al cielo, buscando flotas de naves espaciales, listas para abrir fuego contra nuestros símbolos más icónicos y desplegar las tropas en las ciudades más importantes. Donde rara vez solemos mirar es hacia abajo, suponiendo (mal) que bajo de nuestros pies jamás habrá amenazas de otro mundo, a lo más alguna del nuestro. Esta convicción lleva a una falsa sensación de seguridad que puede llevarnos a una catástrofe comparable al año que estuvimos bajo las garras de los Grises, y del que sólo salimos tras una cruenta lucha que recordamos bajo el nombre de Batalla por el Nuevo Mundo. Paseando hoy por la ciudad vi algo siniestro oculto a plena vista. Podéis verlo a continuación.
Los no iniciados en la Historia Secreta de la Humanidad pensarán que es tan sólo la raíz de un árbol que se abre paso en la acera. Caso error. Eso es lo que pretende que creamos. En cambio, ese burdo disfraz no consigue engañar al ojo experto de un investigador de lo desconocido. Ni todo el camuflaje del mundo puede borrar sus rasgos claramente extrarrestres, ni su ansia de conquista, abriéndose paso por la fuerza, rompiendo la acera en el proceso. Estamos ante una criatura que combina la paciencia con la ambición, y que llamará la atención, si no lo ha hecho ya, de los enemigos de la Humanidad. Habrá que ponerle freno a sus planes de conquista antes de que se demasiado tarde. Nuestra libertad está en juego.
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