martes, agosto 12, 2008

El triste caso del Bibliotecario

Que unos bellacos caigan embelesados ante la retórica inconexa de un hostelero defraudador y mentiroso crónico es algo que uno puede entender, ya dice el refrán dios los cría y ellos se juntan. Lo que se me escapa es que alguien al que consideré un igual, más que eso, un hermano se convierta en el ¿asesor?, ¿mayordomo? de un tiparraco como Patrick Von Steiner. Desde su captura por la policía me he asegurado de que reciba el trato que se merece, igual que en el caso de sus compañeros de tropelías. Ahora está en una de nuestras residencias de verano, en una habitación con vistas a un precioso lago. Es obvio que una persona de su categoría no va a compartir prisión con el lumpen.


Antes éramos amigos, ¿qué pasó? Aún no consigo entenderlo

He asumido como proyecto personal rehabilitar a mi viejo amigo y camarada, me lleve el tiempo que me lleve no pararé hasta que recupere su puesto en la Academia y su auténtico nombre, dejando ese ridículo pseudónimo. Una inteligencia de su nivel no debe ser desaprovechada ni dejada en manos de estafadores que la usan para darse una pátina de respetabilidad como bien se puede percibir en los archivos nauseabundos de esta nave de locos.

Con ese propósito en mente me despido, quedan muchos detalles que contar sobre la derrota de esta organización criminal pero tendrán que esperar, mis múltiples obligaciones sociales entre ellas especialmente mis sesiones de desprogramación de mi viejo amigo me mantendrán ocupado. También hay varios torneos de polo, criquet, esgrima e hípica que requieren de mi atención, debo mantener bien alto el pabellón de la casa Holst.

Pasad un buen agosto, libres al fin de la nociva presencia de Patrick Von Steiner, el cual tiene vedado el acceso a Internet desde su fría y solitaria prisión en la isla de Elba, un lugar muy apropiado para un ególatra como él. Aunque no creo que añada más entrada atenderé en la medida de lo posible los comentarios.

Atentamente, Sir Edward Holst

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